La no muerta23-10-2023
Oigo sonar mi móvil por toda la habitación y empiezo a tantear por la mesilla hasta que consigo coger el dichoso aparato. Miro la hora en la pantalla y puedo ver, a duras penas, que son las tres de la mañana. Soy inspectora en el Departamento de Homicidios de la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Madrid y mi trabajo puede requerirme en cualquier momento del día.
—¿Diga? —Respondo somnolienta. Llevaba más de 24 horas sin dormir enfrascada en un homicidio bastante turbulento —. Voy enseguida —. Contesto a la voz que hay al otro lado de la línea.
Sin demorarme por más tiempo, me pongo los primeros vaqueros que pillo por el armario, una camiseta de tirantes y colocándome la cartuchera y la placa identificativa en la cintura del pantalón, salgo por la puerta de mi casa. Un pequeño apartamento de cincuenta metros cuadrados y que comparto con mi mejor amiga Elena. Es un chollo porque repartimos gastos y está a solo quince minutos del trabajo.
En cuanto llego a la dirección que me han indicado, me bajo del coche camuflado y lo primero que encuentro son a varios coches de la Policía Nacional, una furgoneta de la Forense y una ambulancia con varios adolescentes. Todos aparcados enfrente de una fábrica abandonada. Estoy en un polígono industrial y hay varias naves cerca que no tienen pinta de estar abandonadas.
—Hola a todos —saludo en cuanto llego a la escena del crimen.
—¿Has visto? —pregunta mi compañera Patricia que está junto a Jorge otro compañero del departamento —. La escena es idéntica a la de la semana pasada —apostilla.
—Ya lo veo —le contesto sin dejar de mirar la escena que hay frente a mí.
En la pared que hay justo delante de la puerta, hay una mujer crucificada bocabajo. El crucifijo es de madera. Tiene las manos clavadas por las muñecas con clavos de una longitud de unos 10 centímetros y son de hierro fundido, las piernas se juntan en los pies, los cuales están uno encima del otro y clavados con un solo clavo. Esta forma de crucificar se ve en muchos lienzos y pinturas de multitud de iglesias, representando a Jesús crucificado.
—¿Quién ha encontrado el cadáver? —le pregunta mi compañera a Jorge. Normalmente cuando llegamos él suele llegar de los primeros y suele tener bastante información recabada.
—Cuatro adolescentes que habían venido a montarse una fiesta —. Le contesta. En ese instante me acordé que al entrar los había visto en la parte de atrás de la ambulancia —. Los está interrogando Susana.
—Perfecto, gracias— le contesto mientras me dirijo hacia la víctima hasta encontrarme justo enfrente. Nunca dejará de impresionarme el rostro que tienen antes de abandonar este jodido mundo.
Junto a ella está la forense y varias personas de la científica, todos perfectamente uniformados con un mono blanco, gorro del mismo color y guantes de látex azul. Se les ve muy concentrados cogiendo pruebas en el cuerpo de la víctima y sus alrededores haciendo que el ambiente, sea de una profesionalidad encomiable.
En cuanto me pongo a la altura de la patóloga forense, ésta empieza a darme toda la información, que hasta el momento, ha podido recabar.
—Por el rigor mortis, diría que lleva muerta cerca de las cuarenta y ocho horas.
—Pobrecilla —interrumpe Patricia que hasta ese momento permanecía a mi lado—. Se la ve muy joven, como la víctima anterior.
—¿Cómo ha muerto?
—A simple vista diría que desangrada debido a las perforaciones de muñecas y pies producidas por los clavos. La posición en la que se encuentra le ha debido provocar un derrame cerebral y una insuficiencia cardíaca, pero hasta que no le haga la autopsia no podré determinar la causa de la muerte.
—¿Podríamos estar hablando de un asesino en serie? —le pregunta mi compañera.
—La forma de la colocación de la víctima, el parecido físico de ambas víctimas y el símbolo del trébol en el tobillo… podría ser, pero no me toca a mí determinarlo.
—Ya te digo yo a ti que esto huele a asesino en serie —le susurro al oído a Patricia para que no me oiga la forense.
Me he ido a mi apartamento a descansar después de tres horas metida en la fábrica buscando pruebas, estoy agotada. En cuanto entro me dirijo directa a mi habitación y me dejo caer en la cama. No me he dado cuenta de cuando me he quedado dormida.
Mi compañera está investigando un nuevo caso, pero me he dado cuenta de que le está afectando más que en otras ocasiones; está alicaída, como triste. Le he preguntado varias veces que le ocurre, pero se encuentra inmersa en los papeles y no quiere hablar del tema. Ni siquiera me ha dejado mirar el caso.
—Buenos días —le oigo que saluda a un hombre que se ha acercado hasta su mesa.
—Buenos días inspectora —le contesta a la vez que se estrechan la mano mutuamente.
—Siéntese por favor.
—Gracias — le dice mientras se pone frente a ella.
—¿Sabe quién pudo ponerle la bomba? —.Observo a mi compañera y noto que tiene que hacer un gran esfuerzo por retener las lágrimas. No entiendo su forma de actuar, normalmente es muy profesional y sabe guardar la compostura.
< <¿De quién estarán hablando?>> pienso mientras agudizo el oído desde mi silla.
—Lo primero decidle que siento mucho la muerte de su compañera.
—¡¿De qué cojones está hablando?! Patricia —le chillo a mi compañera mientras me acerco hasta su mesa. Pero no me oye, ni siquiera me ve —. < <¿Qué está ocurriendo?>> pienso mientras me pongo muy nerviosa —. Patricia, soy yo —le digo delante de ella haciendo aspavientos con las manos, pero sigue sin verme, así que decido escuchar lo que tiene que decir el hombre que ha venido, a pesar de que estoy bastante nerviosa, diría que en shock. Intuyo que debe ser un artificiero.
—La bomba es de fabricación casera y la detonaron desde un móvil. Cuando su amiga y compañera salió de su casa, el día que le llamaron para ir al trabajo.
—El día de la víctima de la fábrica —le interrumpe.
—¿Cómo? ¿Morí aquella noche? —les pregunto. Cómo si me fueran a oír, vaya tela. Pero… < <¿quién me quería muerta? y lo más importante ¿por qué?>> .
—Sí, aquel día. Como le iba diciendo, la bomba la detonaron muy cerca de su casa, pero hay algo más sórdido en este asunto.
—¿A qué se refiere?
—Al autor que hizo explosionar la bomba.
—¿Quién fue? —pregunta expectante.
—Será mejor que se siente —le sugiere el artificiero a mi amiga.