El final10-10-2023

Soy José Sánchez, sismólogo. Trabajo en un laboratorio dónde investigo los terremotos tanto en ámbito nacional como internacional y también doy clases en la universidad.
—Buenos días —Saludo a mi equipo al entrar por la puerta del laboratorio, pero no obtengo respuesta por su parte ya que todos están sumergidos en una vorágine de datos que escupen varios sismógrafos sin parar y ordenadores parpadeando la palabra peligro.
Si todo este revuelo es debido al seísmo que se ha sentido esta mañana, no me cuadra ya que habrá tenido una intensidad, como mucho, de 2,4 en la escala Ritcher. Así que me dirijo hacia la mesa de Juan.
—¿Qué está pasando J? —Es así como le gusta que le llamen.
—Hola jefe. Es Islandia, esta mañana se ha abierto una grieta en el centro de la isla y prácticamente la ha dividido en dos.
—Pero… eso es imposible. Deberíamos haber visto algo en los ordenadores, que nos avisara de lo que iba a suceder —. ¿Han llamado de Reikiavik?
Tengo un colega, Frank, que se fue a vivir allí por la elevada actividad sísmica, aunque los habitantes ni lo notan.
—Llamó Frank por radio. Se han quedado incomunicados, pero casi no le oía, se le entrecortaba. Lo único que pude escuchar antes de que se cortara la comunicación fue: < <…grieta muy profunda, honda sísmica y tsunamis>> .
—¿Tsunamis?
—Si. Es de lo único que se habla desde primera hora de la mañana en todos los informativos de medio mundo.
—Ya sabes que no escucho las noticias. Son todo tragedias.
—La grieta ha provocado dos tsunamis, uno de los cuales se ha dirigido hacia Noruega y Suecia y el otro hacia Groenlandia.
—¿Ha habido muchas víctimas? —pregunto, a sabiendas de que ha debido de ser catastrófico, pero siempre queda el consuelo de que la gente haya podido ir a zonas altas para poder salvar sus vidas.
—Joder, jefe. Noruega y Suecia ya no existen, han desaparecido del mapa. El Tsunami casi alcanza también Finlandia y Dinamarca, Groenlandia ha desaparecido casi en su totalidad.
—Dios mío —susurro a la vez que me dejo caer en la silla que tiene J a su lado —. ¿Has podido mirar las consecuencias de todo esto?
—Sólo he podido investigar que la grieta ha superado una profundidad de más de cinco mil metros.
—Debe de ser la puta puerta al infierno —le interrumpo.
—De ahí que haya provocado dos tsunamis tan devastadores. Las olas han superado los cien metros de altura. Estaba investigando este registro cuando has llegado —continua hablando, a la vez que me enseña el papel del sismógrafo digital —. El seísmo que hemos sentido esta mañana ha sido a nivel mundial. Es más, no será el último, habrá más a lo largo de los siguientes meses.
—Joder J, mira esto —le digo, señalando el pico más alto de la honda.
—Lo sé, jefe. Esto se va a poner muy feo.
—Hay que avisar al presidente.
Llamo a Jorge mi contacto en el gobierno, es mi amigo desde el jardín de infancia y la mano derecha del presidente, es uno de sus más preciados consejeros. Le cuento a groso modo las predicciones de lo que va a pasar. Al principio está escéptico, ya que hace unos años la cagué, pero eso es otra historia.
Después de casi una hora al teléfono le convenzo de que convoque un gabinete de crisis y me dice que me llamará para decirme día y hora.
Al final consigue una reunión con el presidente y su gabinete de crisis para el día siguiente. Así que aquí estoy, en una sala delante de trece personas sentadas en una gran mesa ovalada y con los presidentes de los principales países del mundo en una pantalla gigante esperando a que les cuente lo que va a pasar los próximos tres meses.
—Buenos días a todos y gracias por venir—les saludo y agradezco con cierto nerviosismo ya que no me puedo sacarme de la cabeza mi última cagada. Estaba justo en esta misma situación, pero contando algo distinto.
—¿Qué va a ser esta vez Sánchez?—me interrumpe Martínez, el hombre que luchaba por el mismo puesto que yo en el Instituto Nacional de Geología. Por aquel entonces yo buscaba ambición, pero él la codicia, y después de mi fallida predicción consiguió el puesto y desde entonces no ha dejado de jactarse de mi trabajo—. ¿La Tierra va a dejar de girar o nos van a invadir los extraterrestres?
—He venido por la grieta y los tsunamis que ha habido en Islandia y que como ustedes sabrán han sido catastróficos.
—¿Vas a contarnos lo que ya sabemos? —me vuelve a interrumpir Martínez.
—¡Quieres dejarle hablar! —le espeta el presidente.
—Cómo iba diciendo, la grieta que casi ha dividido Islandia en dos, y que ha hecho desaparecer dos países enteros y casi Groenlandia, es de una profundidad de más de cinco mil metros. Esto ha provocado que la honda producida por el movimiento de las placas tectónicas, haya llegado casi al núcleo de la Tierra. Por ello todo el planeta ha sentido un pequeño seísmo, pero durante los tres próximos meses estos seísmos irán subiendo en intensidad llegando a magnitudes de 7’5, y ocho en la escala Ritcher.
—¿Y qué consecuencias puede tener? —me pregunta el presidente de los Estados Unidos.
— Muchas ciudades desparecerán del mapa llevándose consigo miles de vidas humanas y en unas siete semanas se producirá el peor seísmo en la historia de nuestro planeta con una magnitud de 12. Será equivalente al choque de un meteorito, de dos kilómetros de diámetro, provocando la fractura de la Tierra y por lo tanto su extinción.
Después de un buen rato de murmullo el presidente de nuestro país se dispone a hablar mirándome fijamente a los ojos.
—¿Y qué se supone que debemos hacer? —me pregunta con el rostro tensionado.
—Lo único que pueden hacer es dirigirse a sus naciones y advertir a la ciudadanía de lo que va a ocurrir. Que disfruten sus últimos días en la Tierra con sus seres queridos y que esperen la llegada del fin del mundo.