El caso II
22-11-2023

Publicado por: M. J. Adánez
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Karla Alexander —Buenos días —saluda Miller al entrar por la puerta del departamento de criminología—. ¿Dónde está el sospechoso?

Esa misma mañana se había detenido al señor Cruise acusado de asesinar a su esposa. Miller llevaba un mes con este caso y por fin había encajado todas las piezas del puzle. No había sido fácil, pero desde el primer día sabía que algo no encajaba.

—El sospechoso está en la sala de interrogatorios —le contesta su compañero Smith —. Ha dicho que no hablará sin la presencia de su abogado.

—¿Lo habéis llamado para que venga?

—Está esperando en la sala de interrogatorios.

Miller se dirige hacia allí y al entrar se sienta justo en la silla que hay enfrente del sospechoso. Sólo les separa una pequeña mesa, sin mediar palabra, va colocando, una a una las fotos que se tomaron de la escena del crimen. En ellas sale la señora Cruise, metida en una bañera llena de un agua teñida de sangre. Según las va dejando, Miller nota cómo el señor Cruise se retuerce en su silla.

—¿Por qué me hace esto? —pregunta nervioso el sospechoso.

Miller, ignorando al sospechoso, continúa dejando las fotos. Sabe, perfectamente, que esta maniobra pone al sospechoso muy nervioso.

—No maté a mi mujer. Yo la quería —Dice con voz lastimera.

—No siga hablando señor Cruise —interrumpe su abogado al entrar en la sala —. Esto que está haciendo es coacción —. Le espeta.

—Yo no he usado la violencia, simplemente he colocado unas fotos sobre la mesa. No he preguntado nada al sospechoso, me he limitado a hacer tiempo —. Contesta mirando por primera vez al sospechoso desde que entró en la sala —. Ahora que estamos todos procederé al interrogatorio.

—Señor Cruise ¿Me puede decir en que trabaja?

—Soy desarrollador de software que luego vendo a empresas financieras de inversión. Con este software pueden controlar mejor sus inversiones y beneficios desde cualquier parte del mundo.

—¿Tiene usted un precontrato, para vender su software, con la empresa Advent capital Group cuyo dueño es el señor Brown?

—Sí. Pero… ¿qué tiene que ver todo esto con el suicidio de mi mujer?

—Tres días antes de que su mujer falleciera tuvieron una discusión porque descubrió que usted estaba manteniendo relaciones con la señora Brown — le dice ignorando su pregunta.

—¡Eso es mentira!—grita colérico el señor Cruise.

—Sabemos que usted planeó el asesinato de su mujer haciendo que pareciera un suicidio.

—Yo no la maté, estaba en un congreso en Nueva York —dice más calmado.

—Eso es lo que nos hizo que pensáramos. Reconozco que al principio me engañó, pero empecé a sospechar que su mujer no se había suicidado porque el día de antes había quedado con su hermana para contarle su infidelidad y lo que pensaba hacer al respecto. Su hermana nos dijo que quería pedirle consejo. Así que pensé…¿Para qué llamar a su hermana si tenía pensado suicidarse?

—¿A dónde quiere ir a parar inspector Miller? —pregunta el abogado —. Hasta ahora son solo conjeturas.

—Déjeme que me explique, por favor.

     —Adelante —dice el abogado visiblemente cansado.

     —El señor Cruise tenía una relación con la señora Brown y juntos consiguieron que el marido de ésta firmara un precontrato millonario con el señor Cruise para comprarle su software. Después de la firma, ambos huirían juntos. La mujer del señor Cruise les descubrió y le amenazó con contarle todo al señor Brown, haciendo que su confesión lo echase todo a perder junto con los millones de dólares. En la discusión la señora Cruise, muy furiosa, le tiró un candelabro a su marido. Por eso había una muesca en la pared de detrás de la mesa del café que encaja perfectamente con la parte superior de dicho candelabro que decora la repisa de su chimenea.

     —¿Y cómo justifica los cortes en la muñeca de la señora Cruise? ¿La obligó su marido? —pregunta nervioso el abogado.

     —No exactamente. La señora Cruise tomaba para dormir un té muy específico, té Rojo, y a granel, con lo que usted aprovechó para meter dentro del tarro una cantidad suficiente de ricino para matarla, un veneno altamente mortal e imposible de detectar en las autopsias —. Le dice al sospechoso —. Tenemos la prueba de que en el tarro quedaban restos de dicho veneno. Usted el día antes de la muerte de su esposa se fue al aeropuerto para tomar el avión a las seis de la mañana que supuestamente le llevaría a su congreso en Nueva York y se cercioró de que las cámaras le grabaran. Después su amigo del instituto, y auxiliar de vuelo de la misma aerolínea que usted, supuestamente, iba a coger aquel día, le apuntó en la lista de pasajeros, pero nunca llegó a embarcar en ese avión.

     Su amigo le ayudó a salir del aeropuerto sin ser visto por las cámaras aquel día y durmió en su casa esa aquella noche y en cuanto amaneció se fue a la suya dónde encontró a su mujer muerta. Por eso ni las puertas ni las ventanas estaban forzadas, simplemente usó sus llaves. La desnudó, la metió en la bañera y le cortó las muñecas con la cuchilla que encontramos en la escena del crimen, pero cometió un primer error. Los cortes estaban hechos por un zurdo y su mujer era diestra. Esto está descrito en la autopsia. Otro error, fue que le cortó priemero la muñeca derecha y mientras le cortaba la izquierda, la otra permanecía sumergida, al sacarle el brazo sus dedos estaban arrugados. Cuando llegué a la escena del crimen me di cuenta de que seguían en el mismo estado. ¿Cómo pudo sacar el brazo del agua si ya estaba muerta?

     Poco a poco Miller se iba dando cuenta de que la altanería con la que había empezado la entrevista el sospechoso poco a poco se iba desinflando como un globo a pleno sol, para convertirse en rabia contenida.

     —¡Tuve que hacerlo! —grita, el sospechoso fuera de sí —. Esa zorra iba a arruinarlo todo. Iba a echar por tierra un contrato que me iba a hacer ganar millones de dólares.

     —Señor Cruise, creo que hemos acabado la entrevista —le dice Miller —. Queda arrestado por el asesinato de su mujer.


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