El caso13-11-2023
Son las nueve y media de la mañana. El inspector Miller hace menos de una hora que ha llegado a su pequeño apartamento de Pasadena y se ha metido en la cama para intentar descansar después de cuarenta y ocho horas sin dormir, pero su móvil empieza a sonar por toda la habitación.
—¿Diga? —contesta con voz somnolienta.
—Miller han encontrado un cadáver en el número veinte de la Avenida Glen —le dice su compañero al otro lado de la línea —. Estoy enfrente de tu casa.
Él y su compañero Smith, llevan trabajando juntos quince años. Está acostumbrado a trabajar con él a pesar de sus muchas meteduras de pata, pero es más que un simple compañero, es un amigo leal que le ha respaldado más de una vez por su manera de trabajar. Digamos que Miller va un poco por libre y de vez en cuando se salta alguna norma que otra. Jamás cambiaría a Smith por nadie. Es su Pepito grillo y el que le impide sobrepasar la línea.
—Voy —le dice antes de colgar.
Miller, casi como un autómata, se vuelve a poner la misma ropa de antes y sin apenas asearse, sale a la calle y se mete en el coche camuflado.
—Buenos días, Miller —le saluda Smith, a la vez que le ofrece un café que ha comprado en el Starbuks antes de ir a recogerle—. Tienes una pinta horrible.
—¿Y qué esperas? Llevo dos días sin dormir por el dichoso caso de la niña asesinada.
—Estoy harto de decirte que debes descansar. No se rinde igual.
—¡Calla y conduce! —le dice, arrancándole el café de las manos porque sabe que su compañero tiene toda la razón. Siempre se queda hasta tarde en la comisaría, incluso empalma un turno con otro.
Al llegar a la dirección indicada ven dos coches de policía, una furgoneta forense y algunos vecinos curiosos detrás del cordón policial.
—Inspectores Miller y Smith —le dice uno de ellos a un policía que está controlando a los curiosos a la vez que enseñan las placas.
—Adelante —les indica, levantando la cinta amarilla para que pasen.
Miller y su compañero se dirigen con paso firme al interior de la casa. Al entrar observan que todo está aparentemente bien, no hay nada fuera de lugar. La primera planta es de concepto abierto, por lo que se puede ver el salón y la cocina en una misma estancia.
Su compañero se adelanta y sube al segundo piso siguiendo las indicaciones de uno de los policías que le está explicando, por encima, lo que ha pasado.
En la mesa de café hay dos forenses cogiendo muestras y en una de las banquetas que hay a un lado de la isla, acompañada de un policía, hay una chica llorando.
«Debe ser la que ha encontrado el cadáver», piensa en ese instante. «Luego hablaré con ella».
Al fondo, están las escaleras por las que no dejan de subir y bajar gente con monos blancos y algún que otro compañero de uniforme. Así que se dirige hacia allí.
—¿Qué has averiguado? —le pregunta a Smith.
—Ha sido en el baño —le contesta mientras andan por el pasillo.
En cuanto llegan, Miller ve que hay una bañera a la izquierda, justo enfrente de la ventana. La víctima está dentro y el agua le llega por encima del pecho. Su cabeza reposa sobre una toalla que debió de ponerse para estar más cómoda.
El agua está teñida de rojo y al acercarse al cuerpo ve que tiene una incisión en ambas muñecas. La derecha cae por fuera de la bañera y ha dejado un charco de sangre en el suelo.
—Debió suicidarse ayer por la noche —dice el compañero de Miller.
—No te aventures, Smith. Hasta que no sepamos los resultados del forense no podemos determinar la causa de la muerte.
—Pero Miller, no han robado nada, la puerta está sin forzar y no hay ningún indicio de que entrara por las ventanas, Están todas cerradas desde dentro —protesta su compañero.
—¿Estaba casada? —pregunta Miller, ignorando las palabras de Smith.
—Sí, han avisado a su marido. Se encontraba en Nueva York por asuntos de trabajo. Llegará esta tarde. Ella se llamaba Anna Cruise y su marido John Cruise —le dice, mientras se guarda la libreta donde ha escrito la información recabada por uno de los primeros policías que ha llegado a la casa.
—Bajemos, quiero hablar con la testigo. Por cierto, ¿quién es?
—Es Anna Brown, su hermana. Habían quedado esta mañana para desayunar.
A Miller, esta última frase le ha dejado con una gran duda. Su intuición le dice que todo esto no es tan fácil cómo Smith cree.